Sunday, June 25, 2006

Un tema para el invierno: EL SENTIDO DE LA VIDA DESPUÉS DE LOS 50

Sin temor a sonar reduccionista, afirmo que la espiritualidad es el sentido que cada quien da a su propia vida. Capaz de revelar una suerte de plan con que cada persona nacería, cuyas partes se irían cumpliendo progresivamente a lo largo de su historia, con el paso del tiempo y el cultivo personal. Asocio siempre ese plan con la profesión o el oficio, con aquello que se hace cotidianamente y configura la columna vertebral de cada día y de todos los días.

Sabrá usted que en la antigua iglesia, cuando se acercaban los catecúmenos (personas adultas que expresaban su aspiración a ser bautizados), en la puerta del templo y como parte de la ceremonia el cura les preguntaba cuál era su nombre y seguidamente para qué habían venido a la vida. El aspirante respondía a la primera pregunta con su nombre de pila y a la segunda con su oficio. Así quedaba configurado lo que hoy conocemos como “nombre y apellido”. El nombre era el del santo del día que había nacido y al que fuera encomendado, y el apellido -como la palabra indica- era aquello para lo cual se lo llamaba, para lo cual su comunidad “apelaba” a él. Por ejemplo Juan Herrero o Simón Ovejero.

Hoy día es bastante más complejo en primer lugar porque la vida dura mucho más tiempo y nadie se limita por lo general a un solo oficio u ocupación. Pero hasta hace sólo treinta o cuarenta años era portador de orgullo y prestigio quien había trabajado en un mismo lugar desde los primeros estamentos hasta los de mayor poder. O quien desempeñaba una y única profesión, desde la juventud hasta la muerte. O quien era panadero, como su padre y abuelo habían sido.

El árbol de los oficios se ha poblado mucho en el lapso mencionado y también –con bastante rapidez- se ha pasado a considerar mejor currículum el de aquel que ha trabajado tres o cuatro años en cada lugar y ha aprendido los resortes y dinámicas de varias empresas o rubros de ellas.

Simultáneamente la expectativa de vida se ha alargado al punto que hoy las personas de ochenta años están buscando qué hacer y las de sesenta se plantean volver a estudiar o incursionar por primera vez en el arte.

Por eso es que insisto con este planteo que me parece que usted debería incorporar para darse otra oportunidad. Para permitirse probar cosas diferentes, aunque no las termine, aunque no se reciba, aunque su plan no sea trabajar de eso toda una vida o tocar el violín en una orquesta famosa. Por el mero hecho de animarse a probar, por la razón nada despreciable de seguir viviendo al ritmo que la vida le propone hoy.

Le sugiero una frase que refleja los conceptos que acabo de compartirle. Pruebe a repetirla cuando la recuerde. Si se anima a poner en palabras lo que siente mientras la dice, escriba un comentario al pie. Le responderé.
Esta es la frase:

TENGO OTRA OPORTUNIDAD

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