Wednesday, May 24, 2006

Dice CRISTINA SOLOAGA, maestra de técnicas corporales terapéuticas y expresivas

Llegamos a una clase de trabajo corporal terapéutico y expresivo…

Descubrimos un espacio iluminado, cálido, con piso de madera, paredes claras y una música que nos acompaña al encuentro con nuestro cuerpo.

Participamos de la clase vestidos con una ropa blanda, que sugiere liberarnos. Nos propone un alto en el camino, un descanso en el medio de la velocidad ciudadana, un re-encuentro con el verdadero ritmo humano.

Durante la clase se nos propone seguir un inventario de las distintas partes del cuerpo a través de los receptores internos, llamados propioceptivos. La voz, los silencios de la profesora y la música, se combinan con el registro de sensaciones cuyo fin es ahondar en la conciencia corporal. Aparecen nociones perceptivas de ejes corporales, cavidades óseas que protegen órganos vitales, distancias reales entre distintas partes del cuerpo… Datos acerca de nuestra capacidad actual de movilizar las articulaciones y los músculos. Descubrimos zonas tensas, doloridas, que nos dan la sensación de lugares cerrados, lejanos y fríos.

Se nos da la posibilidad de registrar el cuerpo entendido como un instrumento de expresión de nuestro mundo interior, que utilizamos para conectarnos con el afuera.

La calidad de nuestra vida mejora cuando tenemos una mayor disponibilidad del cuerpo para la relación con nosotros mismos y con los demás. El cuerpo alberga la historia de nuestra vida. En él se alojan las frustraciones y los aciertos, las broncas y los placeres, los abandonos y las compañías. Todo queda grabado allí.

Procurarte espacios agradables, situaciones de aprendizaje y personas que te conduzcan a encontrarte, es una manera de hallar alivio.

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