Hace varios años me tocó atender en consultorio a José Luis, de cincuenta años, cuya mujer, de igual edad, se retiró del hogar familiar después que él le descubriera una relación amorosa extramatrimonial. La situación le provocó al hombre el natural dolor y autocuestionamiento y, además, lo llevó a vivir por un tiempo con sus dos hijos, varones, de 27 y 24 años. Como en cualquier grupo familiar de este diseño, se tornó difícil para el consultante llevar adelante la relación con su hijo mayor, aliado natural de la madre, a quien toda la situación -pero particularmente la ausencia de ella del hogar- provocó gran angustia y tornó agresivo contra el padre.
Después de una conversación, José Luis escribió el texto que acompaño, dirigido al muchacho. El texto es particularmente contenedor y esperanzado y como creo que puede ser de utilidad para otros que atraviesen situaciones parecidas, le pedí autorización para publicarlo. Los nombres y ciertas circunstancias están cambiados.Querido Enrique:
Deseo hacer algunas consideraciones respecto a la conversación que tuvimos en la noche del Lunes.
Vos planteaste los siguientes temas:
a) "la medicación te pega mal".
b) "tenés que tener autocrítica".
c) "cambiás las ideas de un momento a otro".
d) "vos me metiste en este problema".
Es posible que, como decís, la medicación me pegue mal. Debo comentarte que a lo largo de la vida fui adverso a cualquier medicación, incluso a las aspirinas. Los problemas actuales, su profundidad y gravedad, me obligaron a violar aquella norma antifármacos.
Como vos sabés, estoy en tratamiento psicológico. Esperaba encontrar en el mismo soluciones mágicas a la crisis, casi inmediatas. No fue así. Deseaba un tránsito veloz y breve entre la angustia, la tristeza y el desconsuelo. Los hechos, los días, y nuevas circunstancias lamentablemente me lo impidieron. Toda vez que lograba un pequeño avance, me encontraba parado mucho más atrás que cuando comencé a caminar.
¿Qué te quiero decir…? En realidad, para llegar a alguna conclusión pequeña debí pensar profundamente en cosas que poco tiempo atrás pasaban inadvertidas y ahora me conmueven. A medida que las sesiones avanzaban, más difícil se hacia la comprensión, más se enredaban las ideas y más injustos y desleales consideraba los hechos y los personajes.
Progresiva e ininterrumpidamente noté que me ponía más agresivo, irritable e intolerante. Por ello traté (creo que con cierto éxito) de no transferirte esos estados a vos, a mami, a Mariano ni a los demás, en general.
Dos médicos de mi conocimiento me recomendaron una medicación y un apoyo psiquiátrico complementario. Hago lo que los profesionales me indican. Si resulta o no, aún no lo sé, pero le presento una batalla inteligente a los hechos.
No sé si "me pegan bien o no" pero algo estoy intentando. Los acontecimientos son muy fuertes, conmocionantes y difíciles de sobrellevar para un tipo de mi generación, mi cultura y formación. Acaso si fuera otro hombre, todo resultaría más fácil. Pero soy quien soy, bueno o malo. Yo.
Te pido además que tengas en cuenta que todas mis emociones están potenciadas, en general cercanas a la tristeza y el desasosiego. Fueron casi 30 años junto a mamá.
Enrique: se me cayeron las torres gemelas. Yo estoy entre los escombros, revolviendo todo y vos me planteás "tenés que tener autocrítica".
Debés saber que, no sé si por virtud de mamá, por boludez mía o por conclusión, una vez que tuve conciencia integral de los hechos, contados por mamá, conociendo sus causas y razones, me ví obligado a pedirle disculpas. Ella y sus argumentos me hicieron considerar que yo era el culpable de la situación. Le pedí perdón en todas las formas que puedas imaginar. Era muy pesado y doloroso. Yo había roto la familia, había mandado a mamá al exilio. Yo era el culpable exclusivo de que ella hubiera incorporado un compañero paralelo a su vida. Me sentí un flor de sorete, un defecto de la naturaleza, un ser detestable y maloliente. Un idiota que bien merecido tenía lo que le pasaba.
Yo había descuidado a mi mujer y a mis hijos. Por la cabeza me pasaron muchas cosas más, similares a esta. Todos errores míos, errores que ni bien reconocía me provocaban deseos de autoflagelación.
¿Vos creés que esto es autocrítica? ¿Creés que ésto es lo que debo hacer? ¿Vos creés que es justo? ¿Creés que es cierto? ¿Te parece que así voy a salir?
A decir verdad y gracias a la psicóloga comprendí que la carga de la culpa que mami me adjudicaba casi por completo (vaya a saber por qué) era compartida. No era yo el responsable exclusivo. Ella también tenía algo que ver. Hoy, luego de una autocrítica más sana, del pensar, de un análisis lógico y racional, siento responsabilidad, pero no tanta.
Permitime decirte algunas cosas más para que vos me juzgues. Más allá de errores, creo haber sido y ser un buen padre, haber generado ejemplos positivos: trabajo, constancia, tenacidad, fuerza ante la adversidad, positivismo. También esos ejemplos fueron útiles para mamá.Hice lo posible por educarlos bien, alimentarlos bien, vestirlos bien y curarlos toda vez que fuera necesario. A mami también. No pasé un solo fin de semana durante su infancia y adolescencia sin estar junto a ustedes y con mamá. Les hice asados, jugué al fútbol, los fui a buscar al cole, fuimos a conciertos juntos, les compre figuritas. Cuando hago autocrítica algún recuerdo bueno también me viene.
Respecto a mami, siempre estuve. Bien o mal, pero estuve. La acompañé en sus proyectos aportando, a mi manera y con las mejores intenciones, mis consejos, la llevé y fui a buscar a la psicóloga durante su tratamiento, podría enunciarte así algunas cosas más pero, aquí y ahora, carecen de valor. Sólo quiero agregar que no falté una sola noche de casa y le fui fiel.
Ya no soy el mismo. Como dice la Bersuit,
intoxicado, loco y sin humor, cambio las ideas de un momento a otro. Se me modificó la paleta de colores. Las cosas son parecidas pero ya no son como eran. El amarillo es ocre, el celeste violeta, el anaranjado bordó y el gris, negro.
Estoy variable. No sé por qué, pero así estoy. Toda la vida fui de conceptos firmes, de bases sólidas como las torres gemelas. Pero a mí también me tiraron con aviones. Quizás por todo esto, estoy cambiante.
Respecto a que yo te metí en este problema, no es cierto. Vos estás en este problema, sos parte de él. Yo no tiro para que vos tomes posición, pero no creo que sea justo que te veas como espectador: sos actor y sufrís con los hechos.
La vida tiene buenas y malas. Hoy nos toca ésta y si nos toca es porque estamos.
Creo que sería bueno que labures tu temple, nada se gana evadiendo una realidad muy evidente. El hecho de que mami y yo estemos en este conflicto tiene, como arista más espinosa, la dolorosa participación de ustedes, ya que si hay algo que siempre quisimos es que ambos llevaran una vida feliz, alegre y sana.
Los hechos son los hechos, están aquí y algún tiempo más permanecerán con nosotros. No los ignores ni los desconozcas, tampoco los repruebes. Es absurdo. Te recomiendo intentar no sufrirlos mucho (espero que puedas). No busque culpas, ni causas solo. En todo caso, pedí ayuda.
Te pido por favor que hagas un esfuerzo por comprender y comprenderme. Tratemos de superar unidos esta historia tan triste, sin reproches ni agresiones mutuas. Eso no suma, en cambio resta y divide y no es el momento. El tiempo va a clarificar el panorama. LAS COSAS VAN A MEJORAR, aunque en este momento esta cuestión nos pese mucho a ustedes y a mí. Todos llevamos esta experiencia de modos diferentes, incluso mamá, con más o menos responsabilidad, más o menos dolor, más o menos tristeza,
solos o acompañados.
Enrique: el futuro nos va a encontrar bien parados, nuevamente fuertes y con ánimo para la lucha. No nos va a ir mal hijo, no hicimos las cosas tan mal. Es sólo un tornado y pasará. Te invito a que armemos, con lo que quede, algo nuevo, diferente y, si es posible, tan bueno como todo lo bueno que durante tantos años vivimos.
Un beso. Papá.